Resumen
El Estado, por su naturaleza, es funcional a los procesos de acumulación del capital, y como forma condensada del poder político reproduce la dominación de clase; si se considera la política esencialmente como la lucha por el poder político, esta lucha se da básicamente o bien para destruir y superar las estructuras de dominación o bien para conservar y reafirmar esta dominación que encuentra en el Estado moderno su forma más acabada.
La forma Estado lleva intrínseca el fenómeno del poder en cuanto tradicionalmente se reconoce como portador de la Summa potesta (poder supremo) y único con el monopolio de la coacción legitima; desde esta perspectivas el análisis del Estado parecería agotar el fenómeno del poder.
Sin embargo, al agregarle carácter de clase al fenómeno del poder, el Estado queda subsumido al poder en términos de lucha de clases, veamos: Si hacemos abstracción de la forma poder del Estado y nos remitimos a los conceptos básicos de la teoría relacional del poder, se comprende que “el poder es una relación entre dos actores, en la que uno de ellos induce a los otros actuar de un modo en que no lo harían de otra manera...esta definición está estrechamente ligada al concepto de libertad, de tal manera que el poder de A implica la no libertad de B; y la libertad de B implica el no poder de A”2; si entendiéramos las clases sociales como los dos actores de esta relación, las relaciones de poder se da entre clases y se dan como lucha por el poder, en la cual el Estado como forma social es instrumento de dominación de una clase, a saber, de la que detenta el poder; desde esta perspectiva, el concepto de poder se refiere básicamente a las relaciones sociales entre clases en lucha, en la cual la
capacidad de una de ellas para realizarse está en franca contradicción con los intereses de la otra4. En últimas el poder sería la capacidad de una clase para conseguir la realización de sus propios intereses.