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Título
PALESTINA: UN LABORATORIO DE NECROPOLÍTICA E IMPUNIDAD GLOBAL
Fecha
2025-10-07
Revista No.
0
Autor
Alejandra Jaramillo Garzón
Sección
Principal
Linea de investigación
Geografía política
Resumen
El genocidio en Palestina no puede comprenderse únicamente como una política militar: es también una maquinaria económica y jurídica de muerte globalizada. Una reflexión de los profesores de ciencias sociales Alejandra Jaramillo Garzón y Andres Duarte Rodríguez, Colombia, 2025.



Contenido
Pregunta mi hijo si,
cuando volvamos a Gaza,
podría comprarle un perrito.
“Te lo prometo, si encontramos alguno”, le digo.
Y le pregunto si quisiera ser piloto
cuando crezca.
Me dice que no,
que no gusta de tirarle bombas a la gente o a las casas.
Mosab Abu Toha


El genocidio en Palestina no puede comprenderse únicamente como una política militar: es también una maquinaria económica y jurídica de muerte globalizada. Así lo advierte Francesca Albanese, relatora especial de la ONU para los derechos humanos en los Territorios Palestinos Ocupados, al afirmar que la “economía de la ocupación” se ha transformado en una economía del genocidio. Esta transformación implica la participación activa de más de mil empresas internacionales que lucran con la ocupación: constructoras que proveen maquinaria para demoliciones, bancos que financian asentamientos ilegales, universidades y centros de investigación que legitiman la industria militar israelí. No se trata de una ocupación aislada, sino de una empresa estatal con respaldo privado, sostenida por un orden global que convierte el sufrimiento en ganancia. Lo que ocurre en Palestina no es solo responsabilidad de un Estado: es también un reflejo de las huellas que el mundo entero ha dejado sobre esa tierra. Cada producto que compramos, cada sistema financiero al que nos vinculamos, puede estar alimentando esa maquinaria.

Pero el genocidio en Gaza no solo representa una tragedia humanitaria: es también una profunda fractura ética y política que interpela al mundo entero. La saña con la que se extermina a la población palestina no es accidental ni improvisada; responde a una lógica de gestión de la muerte que el filósofo Achille Mbembe define como necropolítica: la capacidad del poder para decidir quién puede vivir y quién debe morir, quién merece protección y quién puede ser eliminado sin consecuencia alguna. En Gaza, esta política de la muerte no solo se ejerce con crueldad, sino que se ha institucionalizado como una forma legítima de dominación global. El pueblo palestino ha sido sistemáticamente sitiado, despojado de derechos, cercado física y simbólicamente, y reducido a la más cruda vulnerabilidad. Lo que presenciamos no es simplemente una guerra, sino una administración deliberada del exterminio, donde los cuerpos palestinos son tratados como residuos desechables de un sistema que los condena de antemano.

En este sentido, el genocidio de Gaza es también una advertencia: no se trata solo del destino de Palestina, sino de la descomposición de cualquier idea de justicia global. Gaza nos grita que el derecho internacional ha sido vaciado de sentido, que el “nunca más” se ha convertido en mercancía, y que las democracias que guardan silencio están avalando la barbarie. Ante este panorama, resulta imposible seguir pensando al Estado como un garante neutral de derechos. Por el contrario, lo que Gaza revela con crudeza es que el Estado moderno -ese que se autopresenta como defensor del orden, la legalidad y la vida- deviene en sistema de dominación que administra, perpetúa y legitima el crimen.

Como lo advierte Pierre Bourdieu, el Estado detenta el "monopolio legítimo de la violencia simbólica", es decir, no solo reprime físicamente sino que impone una narrativa que justifica su accionar violento como necesario o incluso civilizatorio. En el caso del pueblo palestino, este monopolio opera al servicio de una maquinaria colonial que se disfraza de defensa nacional, pero que en realidad organiza la eliminación sistemática de una población entera. Rita Segato, por su parte, ha sostenido que "la violencia del Estado no es excepción, es estructura", y en ese marco lo que hoy se presencia en Gaza es el ejercicio más brutal y sin máscara de esa estructura de poder que se sostiene mediante el disciplinamiento, la militarización y la impunidad institucional.

Siguiendo a Mbembe, podemos afirmar que Gaza es una zona de no-ser, un laboratorio donde el Estado-nación israelí, con el respaldo de otras potencias, ensaya un modelo global de impunidad: haciendo del exterminio una política pública, del hambre un método de control, y de la ocupación un negocio transnacional. Es en ese umbral donde el Estado ya no administra la vida, sino que produce la muerte como horizonte político, normalizando el crimen como estrategia de gobernabilidad.

El Estado, en este contexto, deja de ser víctima de la guerra y se convierte en su principal perpetrador. Y al hacerlo, revela la crisis más profunda de la modernidad política: cuando las instituciones que fueron creadas para proteger la vida, la convierten en residuo. No es un fracaso del Estado. Es su más descarnada expresión.

Desde otra perspectiva, Judith Butler, en Vidas precarias (2004), nos ofrece una herramienta ética para leer esta violencia: ¿qué vidas importan?, ¿quiénes son considerados merecedores de duelo?, ¿cuáles muertes conmueven y cuáles se naturalizan? En Gaza, miles de muertes se acumulan cada día sin escándalo global, porque el aparato mediático y político ha logrado despojar a los palestinos de su condición humana a los ojos del mundo. Son vidas que no cuentan, que no duelen, que no generan indignación. Son, en palabras de Butler, vidas no lloradas, cuerpos cuya desaparición no altera el orden simbólico del mundo.

Rita Segato afirma que con Gaza el planeta asiste al fin del Estado de derecho como gramática compartida. La violencia ya no se esconde. “Gaza somos todos”, dice, porque lo que allí sucede revela que el derecho se ha convertido en una ficción rota, una carcasa vacía incapaz de contener la furia exterminadora del poder. Antes, el horror -como el del Holocausto- se ocultaba. Hoy, basta con abrir una red social para presenciar en tiempo real el asesinato de familias enteras, sin pudor, sin consecuencias. Palestina no es una excepción: es un aviso, es la advertencia brutal de que el poder de matar ya no necesita justificación. Es la exhibición más cruda de la necropolítica global.

El genocidio en Gaza ha alcanzado una fase horror que ha dejado de sorprender y se ha vuelto parte de una rutina global anestesiada. Las palabras de Chris Hedges (https://rebelion.org/los-ultimos-dias-de-gaza/) lo resumen con precisión escalofriante: Se restringe el ingreso de alimentos, agua y medicinas, y en medio del hambre generalizada se reportan casos escalofriantes donde incluso latas de comida son convertidas en trampas mortales: bombas camufladas, diseñadas para que quienes intentan sobrevivir un día más pierdan la vida o sus extremidades. La desesperación se convierte en blanco de cálculo militar. Al mismo tiempo, se recurre al uso de perros entrenados, mal llamados de seguridad, utilizados para atacar, desfigurar y sembrar el terror entre la población civil. Estas prácticas no solo buscan neutralizar físicamente, sino destruir la moral, quebrar la resistencia, devastar lo humano.

Hedges compara las tácticas israelíes con las del nazismo: se ofrece comida para atraer a los cuerpos hambrientos hacia corredores de deportación y confinamiento. El cerco, el hambre inducida, el control total de los cuerpos y los afectos recuerda al Gueto de Varsovia, donde los nazis implementaron formas similares de exterminio lento. Hoy, en Gaza, la estrategia no es distinta: convertir a la población en objetivo, no solo militar, sino simbólico, como si su sola existencia fuera una amenaza.

En este punto, las palabras de Chaim Engel, sobreviviente y partícipe de la sublevación del campo de exterminio nazi de Sobibor, adquieren una vigencia estremecedora. Engel relató cómo, armado con un cuchillo, atacó a un guardia del campo:

“No es una decisión”, explicó años después. “Simplemente reaccionas, reaccionas instintivamente a eso. Simplemente pensé: `Vamos allá, podemos lanzarnos y hacerlo´. Y lo hice. Fui con el hombre de la oficina y matamos a ese alemán. Con cada puñalada, decía: ‘Esto es por mi padre, esto por mi madre, por toda esta gente, por todos los judíos que mataste’”.

“¿Acaso alguien espera que los palestinos actúen de otro modo? ¿Cómo van a reaccionar cuando Europa y Estados Unidos, que se consideran a sí mismos la vanguardia de la civilización, han apoyado un genocidio que ha asesinado a sus padres, a sus hijos, a sus comunidades, ocupado sus tierras y derribado sus hogares y pueblos hasta convertirlos en escombros? ¿Cómo no van a odiar a quienes les hicieron eso? ¿Cuál es la lección que este genocidio ha impartido no solo a los palestinos, sino a todas las personas del Sur Global?”

“Es inequívoco: no importan. El derecho humanitario no es aplicable a vosotros. No nos importa vuestro sufrimiento, el asesinato de vuestros hijos. Sois alimañas. Seres despreciables. Merecéis ser asesinados, morir de hambre y ser desahuciados. Deberíais ser borrados de la faz de la tierra.”

Nombrar el genocidio no basta si no desmontamos también los dispositivos que lo sostienen: el consumo indiferente, la complicidad empresarial, el discurso neutral de las instituciones, el silencio intelectual. La lucha no puede reducirse a la indignación esporádica ni al duelo abstracto. Es necesario inscribir la resistencia en los territorios que habitamos, transformar la memoria en acto político, y hacer del arte, la palabra y el cuerpo herramientas para fracturar el orden que normaliza la masacre. Lo que está en juego es la posibilidad de construir un horizonte donde la vida no dependa del capricho del poder ni del valor que el mercado le otorgue. Una vida que no deba ser merecida, defendida o justificada, sino simplemente vivida con dignidad. Y esa posibilidad comienza aquí: en cada gesto que desnaturaliza la barbarie, en cada espacio que se niega a olvidar.

El poder solo puede ser enfrentado por la fuerza vital de la multitud: cuerpos que se organizan, que inventan, que se reapropian del espacio y del lenguaje. Por eso, hablar de Gaza hoy no es repetir una consigna, es actuar en clave de insurrección cotidiana: pintar los muros, hacer del teatro un grito, del arte un contraataque y de la palabra “genocidio” una herida abierta que no deje dormir al mundo.

Estamos ahora trabajando en medio de la muerte, y los tanques no están sino a unos pocos metros de nosotros...

Estamos más cerca del final que de la vida. Los soldados no distinguen entre un niño o un anciano, entre un médico o una enfermera. Pero seguimos aquí, no porque no tengamos miedo, sino porque nuestra humanidad no nos permite marcharnos.

Nos quedamos porque elegimos ser humanos antes que cualquier otra cosa, y porque nuestro mensaje es más grande que la supervivencia individual. Y si estos cuervos nos arrebatan, no nos dejen ahogarnos en la oscuridad de las cifras.

Recuérdennos como personas que amaron la vida, que tenían sueños, hijos que los esperaban, y esposas a quienes amaban profundamente. No somos héroes sobrenaturales, solo comprendimos -de verdad- lo que significa ser humano.

Cuenten al mundo sobre nosotros.

Díganles que fuimos más humanos que aquellos que fingieron serlo. Díganles que elegimos morir antes que traicionar nuestro pacto con la humanidad. No nos alaben, no nos otorguen medallas de heroísmo... solo digan la verdad: "Ellos entendieron el verdadero significado de la compasión."

Ha sido un honor para nosotros estar con ustedes. trabajar por ustedes, tratar de aliviar su dolor. Perdónennos si fallamos. Pero, por favor... no nos olviden. No somos números...

Somos el personal médico -Complejo Médico Nasser, Gaza.

Julio, 2025


Referencias bibliográficas

Segato, R. L. (2003). Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Prometeo / Universidad Nacional de Quilmes.
Butler, J. (2004). Vidas precarias. El poder del duelo y la violencia. Paidós.
Mbembe, A. (2003). Necropolítica. En Necropolitics.
Bourdieu, P. (1989). La violencia simbólica. Akal.
Hedges, C. (2025, 11 de junio). Los últimos días de Gaza. Rebelión. Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo. Recuperado de https://rebelion.org/los-ultimos-dias-de-gaza/

Fuente imagen: https://brasil.elpais.com/brasil/2014/08/27/internacional/1409139155_769099.html


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